lunes, 27 de mayo de 2013
El movimiento de tu ojos
Pistas de acceso ocular
Las pistas de acceso ocular son señales visuales que nos
dejan ver cómo accede la gente a la información. Existe una conexión neurológica
innata entre los movimientos del ojo y los sistemas representativos.
Ésta es una variable más a tener en cuenta; se trata de una
tendencia la cual tenemos de manera innata, pero no podemos reducir
conclusiones a un sólo aspecto.
¿Cuántas veces hemos escuchado definir a los ojos como las
ventanas del alma? Cuando empezamos a comprender lo que significan sus
movimientos involuntarios, nos damos cuenta de que los ojos pueden transmitir,
verdaderamente, más verdad de la que dice una persona.
La forma de cómo pensamos afecta a nuestro cuerpo, y cómo
usamos nuestros cuerpos afecta a la forma de cómo pensamos.
Movemos nuestros ojos en direcciones diferentes de forma sistemática
dependiendo de cómo estemos pensando. Estudios neurológicos han demostrado que
el movimiento del ojo tanto lateral como verticalmente parece estar asociado
con la activación de distintas partes del cerebro.
Cuando visualizamos algo referente a nuestras experiencias
pasadas, los ojos tienden a mirar hacia arriba y a la izquierda. Cuando
construimos una imagen a partir de palabras o intentamos “imaginar” algo que no
hemos visto nunca, los ojos se mueven hacia arriba y a la derecha. Los ojos se
mueven en horizontal hacia la izquierda para recordar sonidos, y en horizontal
a la derecha para construir sonidos. Para acceder a sensaciones los ojos irán,
típicamente, abajo y a nuestra derecha. Cuando hablamos con nosotros mismos los
ojos irán normalmente, abajo y a la izquierda. Desenfocar los ojos y mirar
hacia delante, “mirando a lo lejos”, también es señal de visualización.
La mayor parte de las personas diestras tienen los modelos
de movimientos de los ojos como se señalan en la imagen. Para los zurdos suelen
invertirse: miran a la derecha para recordar imágenes y sonidos, y a la izquierda
para construir imágenes y sonidos. Las pistas de acceso ocular son coherentes
para cada persona. Por ejemplo, una persona zurda podrá mirar hacia abajo a su
izquierda para las sensaciones y hacia abajo a su derecha párale diálogo
interno, pero esto lo hará sistemáticamente y no mezclará las pistas de acceso
al azar. Siempre hay excepciones, y por esto se debe observar cuidadosamente a
una persona antes de aplicarle las reglas generales.
Aunque es posible mover los ojos conscientemente en
cualquier dirección mientras se está pensando, acceder a una sistema de
representación en particular es, en general, mucho más sencillo si se emplean
los movimientos naturales del ojo apropiados.
Normalmente, no somos conscientes de los movimientos
laterales de nuestros ojos y no hay ninguna razón por la que debiéramos serlo;
sin embargo, “mirar” hacia el lado correcto a la hora de buscar información es
una habilidad muy útil.
martes, 9 de abril de 2013
Ruptura impuesta de un vínculo
“No hay
muertes inciertas, ni vidas justificadas”
Hoy
me siento frente al ordenador para escribir sobre dolor, finales y maneras de
sobrellevar la impotencia y desesperación que implica la última fase de la
vida: la muerte.
En
la actualidad, la muerte continúa siendo un tema tabú; un tema que evitamos
porque nos hace sentir incómodos. ¿Qué podemos decir? ¿Qué podemos sentir? A
decir verdad, el silencio no hará más esquiva esta realidad.
La
“no vida”, en general, nos provoca un temor irracional y la capacidad de
enfrentar y aceptar la muerte como algo natural es casi inexistente. Esta
actitud puede ser desadaptativa y poco inteligente pero, sin duda, es una
actitud muy humana. La desnaturalización a la hora de abordar la muerte nunca
nos llevará hacia la plenitud de nuestras vidas pero, como ya dije, la mente
humana, por muy racional que sea, actúa de maneras muy poco razonables en
ciertas situaciones.
Muerte,
pérdida, fallecimiento, defunción… existen mil maneras de nombrar al fin de la
vida. ¿Cómo superar el fin de la vida de alguien a quien quieres? ¿Cómo superar
el vacío que produce esa pérdida? La respuesta es fácil: no se supera.
Aprendemos o debemos aprender a vivir con ello. Aferrarse a la vida y apreciar
el tiempo que tenemos aquí es complicado
pero, con un poco de perspectiva, se puede llegar a ello.
La
muerte no se para a pensar en razones ni justificaciones. No es justa;
simplemente existe y duele. Buscar una explicación a algo que no la tiene no
sirve absolutamente de nada. Asumir y aprender es lo único que podemos hacer
ante una batalla perdida, una batalla que provoca un cambio sustancial en
nuestra vida.
Poco
a poco, el recuerdo nos hará cambiar esas lágrimas por sonrisas.
El
ser humano tiene, en general, formas muy similares de afrontar la pérdida: las
conocidas como “fases del duelo”. Se trata de cinco estados por los que solemos
pasar ante la pérdida de algún ser querido. Son fases que cambian de orden y
duración según la persona, y que os describo a continuación.
1.
Negación
o aislamiento.
En
esta fase, el ser humano activa un mecanismo de defensa que actúa como colchón
ante el duro golpe para amortiguar el choque. Sirve para postergar el impacto
de una noticia tan dura y de lo que esa noticia implica en tu vida. La negación
o aislamiento se caracterizan por la incredulidad y la perplejidad ante la
situación, y son necesarios, ya que conceden una tregua a tu mente de la
realidad.
2. Ira o culpa
Aquí,
solemos sustituir la negación por rabia o resentimiento. Es una etapa en la que
tu cabeza no deja de preguntarse por qué ha pasado o cómo ha pasado. La ira se
desplaza en todas las direcciones de una manera injusta y desencadena
sentimientos negativos, ya sea por la crítica constante de todo lo que te rodea,
o por el sentimiento de culpa que te invade.
3. Pacto o negociación
El
pacto es un paso hacia la aceptación, un intento de llegar a un acuerdo contigo
mismo que te permite poder continuar con tu vida. Ante la dificultad de
afrontar una pérdida, se intenta sobrellevar la situación. Para ello, negocias,
contigo mismo o con las personas que te rodean, acuerdos para mejorar.
4. Depresión
Cuando
se llega a esta etapa, se produce una invasión de profunda tristeza. Tu cuerpo
y tu mente se debilitan de tal forma que la desgana te domina y pierdes el
sentido de tu vida. Esta etapa puede alargarse hasta límites desesperantes.
5. Aceptación
En
la aceptación, contemplas tu vida de una forma mucho más tranquila. La tristeza
mengua y aumentan los buenos recuerdos; la vida se impone. En esta fase,
solemos buscar estímulos externos que nos ayuden (apoyo, actividades…) y
percibimos todo desde un prisma mucho más positivo. En definitiva, vuelve la
esperanza.
El
proceso vital del ser humano se completa con la muerte. Y, aunque esto lo
entendamos perfectamente, no va a dejar de doler. Sin embargo, el dolor puede
sentirse en diversas dimensiones y puede hacernos más fuertes o más débiles.
Esa decisión depende sólo de uno mismo.
Que tus futuras alegrías no maten su recuerdo... pero que su recuerdo no mate tampoco tus futuras alegrías.
lunes, 1 de abril de 2013
Dependencia emocional
El amor es ausencia de miedos
Este tipo de conexión inapropiada, suele darse en relaciones de pareja.
El comportamiento de una persona dependiente emocionalmente se aleja bastante de las expectativas que uno mismo tenía con respecto a las relaciones de pareja, pero se ve inmiscuido en una situación en la que vive sólo por y para una persona en concreto.
La dependencia emocional está considerada un trastorno, ya que crea un malestar significativo en el sujeto, malestar que afecta a todos los ámbitos de su vida.
Esta situación convierte al sujeto en víctima de la propia relación. Es por eso que no se debe confundir la dependencia emocional con el amor; en el amor, nunca hay víctimas.
El sujeto dependiente muestra una autoestima baja, se adentra en una fase en la que sus propios criterios dejan de tener sentido e importancia; una fase en la que sólo muestra un sometimiento inapropiado hacia otra persona. En resumen, se trata de una súplica afectiva constante. La consecuencia es una situación de desequilibrio que va minando poco a poco la relación, en general, y al sujeto dependiente, en particular.
No se debe asociar este tipo de trastorno con una dependencia económica ni una dependencia materialista, sino a una dependencia exclusivamente emocional o afectiva.
A pesar de que esta dependencia pueda aparecer en un momento puntual, lo natural es que tendamos a repetir este tipo de conexiones a lo largo de nuestra vida afectiva.
En la actualidad, la dependencia emocional es un trastorno frecuente que ocupa entre el 7 y el 10% de las consultas psicológicas en España.
Combatir este tipo de sentimientos requiere, en primer lugar, ser consciente de que se tiene un problema; un problema que no te deja avanzar ni ser feliz, y un problema que destruye cualquier sentimiento positivo que tienes en tu camino.
Date cuenta de que tú mismo eres el propio motor de tu vida y de que la dirección y el camino que elijas sólo y exclusivamente dependen de ti.
Tienes que intentar crear un vínculo mucho más fuerte, un vínculo con alguien con el que siempre vas a poder contar: un vínculo contigo mismo.
Pregúntate qué beneficios puedes obtener, qué aportan en ti… El objetivo es percatarse de algo que no sólo no necesitas sino que no lo quieres para tu vida.
Actúa para conseguir tu felicidad. Quiérete.
No podemos vivir sin afecto; nadie puede hacerlo. Pero sí podemos amar sin esclavizarnos.
sábado, 30 de marzo de 2013
martes, 26 de marzo de 2013
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