“No hay
muertes inciertas, ni vidas justificadas”
Hoy
me siento frente al ordenador para escribir sobre dolor, finales y maneras de
sobrellevar la impotencia y desesperación que implica la última fase de la
vida: la muerte.
En
la actualidad, la muerte continúa siendo un tema tabú; un tema que evitamos
porque nos hace sentir incómodos. ¿Qué podemos decir? ¿Qué podemos sentir? A
decir verdad, el silencio no hará más esquiva esta realidad.
La
“no vida”, en general, nos provoca un temor irracional y la capacidad de
enfrentar y aceptar la muerte como algo natural es casi inexistente. Esta
actitud puede ser desadaptativa y poco inteligente pero, sin duda, es una
actitud muy humana. La desnaturalización a la hora de abordar la muerte nunca
nos llevará hacia la plenitud de nuestras vidas pero, como ya dije, la mente
humana, por muy racional que sea, actúa de maneras muy poco razonables en
ciertas situaciones.
Muerte,
pérdida, fallecimiento, defunción… existen mil maneras de nombrar al fin de la
vida. ¿Cómo superar el fin de la vida de alguien a quien quieres? ¿Cómo superar
el vacío que produce esa pérdida? La respuesta es fácil: no se supera.
Aprendemos o debemos aprender a vivir con ello. Aferrarse a la vida y apreciar
el tiempo que tenemos aquí es complicado
pero, con un poco de perspectiva, se puede llegar a ello.
La
muerte no se para a pensar en razones ni justificaciones. No es justa;
simplemente existe y duele. Buscar una explicación a algo que no la tiene no
sirve absolutamente de nada. Asumir y aprender es lo único que podemos hacer
ante una batalla perdida, una batalla que provoca un cambio sustancial en
nuestra vida.
Poco
a poco, el recuerdo nos hará cambiar esas lágrimas por sonrisas.
El
ser humano tiene, en general, formas muy similares de afrontar la pérdida: las
conocidas como “fases del duelo”. Se trata de cinco estados por los que solemos
pasar ante la pérdida de algún ser querido. Son fases que cambian de orden y
duración según la persona, y que os describo a continuación.
1.
Negación
o aislamiento.
En
esta fase, el ser humano activa un mecanismo de defensa que actúa como colchón
ante el duro golpe para amortiguar el choque. Sirve para postergar el impacto
de una noticia tan dura y de lo que esa noticia implica en tu vida. La negación
o aislamiento se caracterizan por la incredulidad y la perplejidad ante la
situación, y son necesarios, ya que conceden una tregua a tu mente de la
realidad.
2. Ira o culpa
Aquí,
solemos sustituir la negación por rabia o resentimiento. Es una etapa en la que
tu cabeza no deja de preguntarse por qué ha pasado o cómo ha pasado. La ira se
desplaza en todas las direcciones de una manera injusta y desencadena
sentimientos negativos, ya sea por la crítica constante de todo lo que te rodea,
o por el sentimiento de culpa que te invade.
3. Pacto o negociación
El
pacto es un paso hacia la aceptación, un intento de llegar a un acuerdo contigo
mismo que te permite poder continuar con tu vida. Ante la dificultad de
afrontar una pérdida, se intenta sobrellevar la situación. Para ello, negocias,
contigo mismo o con las personas que te rodean, acuerdos para mejorar.
4. Depresión
Cuando
se llega a esta etapa, se produce una invasión de profunda tristeza. Tu cuerpo
y tu mente se debilitan de tal forma que la desgana te domina y pierdes el
sentido de tu vida. Esta etapa puede alargarse hasta límites desesperantes.
5. Aceptación
En
la aceptación, contemplas tu vida de una forma mucho más tranquila. La tristeza
mengua y aumentan los buenos recuerdos; la vida se impone. En esta fase,
solemos buscar estímulos externos que nos ayuden (apoyo, actividades…) y
percibimos todo desde un prisma mucho más positivo. En definitiva, vuelve la
esperanza.
El
proceso vital del ser humano se completa con la muerte. Y, aunque esto lo
entendamos perfectamente, no va a dejar de doler. Sin embargo, el dolor puede
sentirse en diversas dimensiones y puede hacernos más fuertes o más débiles.
Esa decisión depende sólo de uno mismo.
Que tus futuras alegrías no maten su recuerdo... pero que su recuerdo no mate tampoco tus futuras alegrías.
un texto precioso en el que cada palabra es profunda, ¡Qué Maravilla!*
ResponderEliminarMil gracias :)
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