viernes, 19 de abril de 2013

La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante.


martes, 9 de abril de 2013

Ruptura impuesta de un vínculo



“No hay muertes inciertas, ni vidas justificadas”

Hoy me siento frente al ordenador para escribir sobre dolor, finales y maneras de sobrellevar la impotencia y desesperación que implica la última fase de la vida: la muerte.

En la actualidad, la muerte continúa siendo un tema tabú; un tema que evitamos porque nos hace sentir incómodos. ¿Qué podemos decir? ¿Qué podemos sentir? A decir verdad, el silencio no hará más esquiva esta realidad.

La “no vida”, en general, nos provoca un temor irracional y la capacidad de enfrentar y aceptar la muerte como algo natural es casi inexistente. Esta actitud puede ser desadaptativa y poco inteligente pero, sin duda, es una actitud muy humana. La desnaturalización a la hora de abordar la muerte nunca nos llevará hacia la plenitud de nuestras vidas pero, como ya dije, la mente humana, por muy racional que sea, actúa de maneras muy poco razonables en ciertas situaciones.

Muerte, pérdida, fallecimiento, defunción… existen mil maneras de nombrar al fin de la vida. ¿Cómo superar el fin de la vida de alguien a quien quieres? ¿Cómo superar el vacío que produce esa pérdida? La respuesta es fácil: no se supera. Aprendemos o debemos aprender a vivir con ello. Aferrarse a la vida y apreciar el tiempo que  tenemos aquí es complicado pero, con un poco de perspectiva, se puede llegar a ello.

La muerte no se para a pensar en razones ni justificaciones. No es justa; simplemente existe y duele. Buscar una explicación a algo que no la tiene no sirve absolutamente de nada. Asumir y aprender es lo único que podemos hacer ante una batalla perdida, una batalla que provoca un cambio sustancial en nuestra vida.

Poco a poco, el recuerdo nos hará cambiar esas lágrimas por sonrisas.  

El ser humano tiene, en general, formas muy similares de afrontar la pérdida: las conocidas como “fases del duelo”. Se trata de cinco estados por los que solemos pasar ante la pérdida de algún ser querido. Son fases que cambian de orden y duración según la persona, y que os describo a continuación.

1.      Negación o aislamiento.
En esta fase, el ser humano activa un mecanismo de defensa que actúa como colchón ante el duro golpe para amortiguar el choque. Sirve para postergar el impacto de una noticia tan dura y de lo que esa noticia implica en tu vida. La negación o aislamiento se caracterizan por la incredulidad y la perplejidad ante la situación, y son necesarios, ya que conceden una tregua a tu mente de la realidad.

2.     Ira o culpa
Aquí, solemos sustituir la negación por rabia o resentimiento. Es una etapa en la que tu cabeza no deja de preguntarse por qué ha pasado o cómo ha pasado. La ira se desplaza en todas las direcciones de una manera injusta y desencadena sentimientos negativos, ya sea por la crítica constante de todo lo que te rodea, o por el sentimiento de culpa que te invade.

3.     Pacto o negociación
El pacto es un paso hacia la aceptación, un intento de llegar a un acuerdo contigo mismo que te permite poder continuar con tu vida. Ante la dificultad de afrontar una pérdida, se intenta sobrellevar la situación. Para ello, negocias, contigo mismo o con las personas que te rodean, acuerdos para mejorar.

4.     Depresión
Cuando se llega a esta etapa, se produce una invasión de profunda tristeza. Tu cuerpo y tu mente se debilitan de tal forma que la desgana te domina y pierdes el sentido de tu vida. Esta etapa puede alargarse hasta límites desesperantes.

5.     Aceptación
En la aceptación, contemplas tu vida de una forma mucho más tranquila. La tristeza mengua y aumentan los buenos recuerdos; la vida se impone. En esta fase, solemos buscar estímulos externos que nos ayuden (apoyo, actividades…) y percibimos todo desde un prisma mucho más positivo. En definitiva, vuelve la esperanza.

El proceso vital del ser humano se completa con la muerte. Y, aunque esto lo entendamos perfectamente, no va a dejar de doler. Sin embargo, el dolor puede sentirse en diversas dimensiones y puede hacernos más fuertes o más débiles. 
Esa decisión depende sólo de uno mismo.



Que tus futuras alegrías no maten su recuerdo... pero que su recuerdo no mate tampoco tus futuras alegrías.

lunes, 1 de abril de 2013

Dependencia emocional



El amor es ausencia de miedos

Una de las características que definen al ser humano es el hecho de poseer un gran componente social. Tendemos a buscar conexiones afectivas continuamente pero, cuando esta necesidad se convierte en continua e, incluso, extrema, hablamos de la dependencia emocional; o dicho de otro modo, adicción afectiva.
Este tipo de conexión inapropiada, suele darse en relaciones de pareja.

El comportamiento de una persona dependiente emocionalmente se aleja bastante de las expectativas que uno mismo tenía con respecto a las relaciones de pareja, pero se ve inmiscuido en una situación en la que vive sólo por y para una persona en concreto.
La dependencia emocional está considerada un trastorno, ya que crea un malestar significativo en el sujeto, malestar que afecta a todos los ámbitos de su vida.

Esta situación convierte al sujeto en víctima de la propia relación. Es por eso que no se debe confundir la dependencia emocional con el amor; en el amor, nunca hay víctimas.

El sujeto dependiente muestra una autoestima baja, se adentra en una fase en la que sus propios criterios dejan de tener sentido e importancia; una fase en la que sólo muestra un sometimiento inapropiado hacia otra persona. En resumen, se trata de una súplica afectiva constante. La consecuencia es una situación de desequilibrio que va minando poco a poco la relación, en general, y al sujeto dependiente, en particular.

No se debe asociar este tipo de trastorno con una dependencia económica ni una dependencia materialista, sino a una dependencia exclusivamente emocional o afectiva.
A pesar de que esta dependencia pueda aparecer en un momento puntual, lo natural es que tendamos a repetir este tipo de conexiones a lo largo de nuestra vida afectiva.
En la actualidad, la dependencia emocional es un trastorno frecuente que ocupa entre el 7 y el 10% de las consultas psicológicas en España.

Combatir este tipo de sentimientos requiere, en primer lugar, ser consciente de que se tiene un problema; un problema que no te deja avanzar ni ser feliz, y un problema que destruye cualquier sentimiento positivo que tienes en tu camino.

Date cuenta de que tú mismo eres el propio motor de tu vida y de que la dirección y el camino que elijas sólo y exclusivamente dependen de ti.
Tienes que intentar crear un vínculo mucho más fuerte, un vínculo con alguien con el que siempre vas a poder contar: un vínculo contigo mismo.

Pregúntate qué beneficios puedes obtener, qué aportan en ti… El objetivo es percatarse de algo que no sólo no necesitas sino que no lo quieres para tu vida.

Actúa para conseguir tu felicidad. Quiérete.



No podemos vivir sin afecto; nadie puede hacerlo. Pero sí podemos amar sin esclavizarnos.